Producción de "Blade of the Ruined King" y orquestación de "Mortal Reminder"
Coordinador de producción
Productor ejecutivo, ingeniero de sonido
Producción, mezcla y vocalista en "The Hex Core mk-2"
Orquestación de "Blade of the Ruined King"
Bajo
Guitarra principal
Teclado, piano
Vocalista en "Cull", "Mortal Reminder", "The Bloodthirster", "Dead Man's Plate" y "Frozen Heart"
Orquesta y coro en "Blade of the Ruined King" e instrumentos de cuerda en "Mortal Reminder"
Productor, batería, guitarra rítmica, guitarra principal, guitarra acústica y sintetizador
Vocalista en "Tear of the Goddess" y "Frozen Heart"
Vocalista en "Infinity Edge" y "Rapid Firecannon"
Batería, guitarra rítmica, guitarra acústica, guitarra principal y sintetizador
Producción y mezcla de "The Hex Core mk-2", sintetizador en "The Bloodthirster"
Grabación e ingeniería de sonido de batería
Batería en "The Hex Core mk-2"
Director creativo, productor
Toda la música y las letras han sido escritas por Pentakill.
Diseñado y producido en Riot Games en Los Ángeles (California) y en Londres (Reino Unido).
Mezcla y masterización por Jacob Hansen.
Cuando anochece a lo lejos, en el norte de Freljord, y los guerreros se reúnen alrededor de los rescoldos de una fogata, a veces relatan la historia de una noche letal en el hielo, de una ira asesina desatada. Es una historia que solo se cuenta en voz baja, entre susurros. Algunos afirman que no es más que una leyenda inventada para atemorizar a los niños, otros sostienen que hasta hablar de ello sirve de reclamo a esos guerreros del metal para que regresen de su gira por los reinos del más allá. Nadie sobrevivió para contar lo sucedido esa macabra noche, pero, a veces, algún osado fabulador habla de un enloquecido guitarrista que cosecha vidas con su guitarra eléctrica. Murmuran que ni siquiera sus hermanos pudieron contener su furia. La violencia solo cesó al desplomarse una montaña sobre el coloso del metal.
Los testimonios de la llegada de Kayle a Runaterra cuentan que apareció como un cometa en llamas que dividió el cielo, o bien a lomos de un dragón serpenteante y reluciente. Estas son solo dos de las leyendas que relatan cómo Kayle llegó a caminar entre los mortales. Con su brillante armadura dentada, la diosa guerrera enfundada en oro y proveniente de un mundo dividido por el conflicto se aventuraba en busca de aliados con los que luchar en una guerra épica contra las hordas diabólicas de su desleal hermana. El planeta Tierra no fue capaz de producir guerreros con talento letal, así que viajó hasta Runaterra en busca de guerreros con talento metal.
El discurso divino de Kayle era tan exclusivo que solo podía comunicarlo mediante grandiosas óperas sinfónicas de metal que relataban su conflicto. La infinita tristeza de estas arias de ópera penetraba en los corazones de todo aquel que las escuchaba, y a su público le sobrecogía tal abrumadora melancolía que terminaban desplomándose sin vida al final de su actuación. Pero, como cada canción solía durar varias horas, tenían tiempo suficiente de poner sus asuntos en orden antes de que la muerte se los llevara. Aun así, pese a la desgarradora emoción que contenían sus versos, nadie de su público podía entender realmente la intensidad de su angustia, nadie podía escuchar el dolor de su existencia sin perecer de inmediato.
Después del desastroso final de su última actuación en vivo, en la que Mordekaiser destrozó al público de Freljord por completo, Karthus le dio una fatídica orden a Olaf: tocar la batería de ''El ritmo que parte el mundo'' que desgarraría la tierra y que vertería la cima más alta del reino helado sobre Mordekaiser. Cuando las rocas de la montaña empezaron a caer en cascada, la banda escapó hacia los recodos de Runaterra para huir de la ira de las reinas de batalla de Freljord y de la avalancha de inevitables contiendas sangrientas.
Karthus apareció en Aguas Estancadas, donde se ganaba el sustento como recitador encapuchado de cantos fúnebres. Esto tuvo un efecto inesperado beneficioso para la salud de los nativos de Aguas Estancadas, ya que la gente empezó a cuidarse para evitar tener que someter a sus familias a tal calvario. Por su parte, Karthus se fue de gira por los bares de mala muerte más fétidos para cantar en velorios de piratas asesinados: los cantos fúnebres suponían una mejora considerable como reemplazo de las salomas. Un lento descenso hacia la demencia y la oscuridad regía el lugar, hasta que la radiante silueta de Kayle hizo acto de presencia en Aguas Estancadas.
Ella percibió el pozo sin fondo de miseria de sus desesperadas canciones y supo que solo Karthus podía entender su propia aflicción. Lo que vino después fue una ristra de llantos ebrios, una noche de depravación, de poesía gótica y cantos de ópera que provocó que los hombres y mujeres de los muelles del matadero se arrojasen al océano atestado de monstruos huyendo del canto del afligido dueto. Más tarde, Karthus y Kayle prometieron, por el juramento del vocalista, que regresarían con más fuerza que nunca. Después de todo, compartir la tristeza es mejor que soportarla de forma individual.
La encapuchada y encorvada silueta de Yorick se dirigió al sur de la sangrienta masacre de Freljord y no se detuvo hasta llegar a los áridos desiertos de Shurima. La luz del sol era nueva para él, algo que solía evitar por miedo a que la gente huyese de un rostro que ni siquiera una madre podría amar. Ayudó a excavar las tumbas de difuntos emperadores, lo que le permitió pasar gran parte de su tiempo en la oscuridad subterránea, algo que, sin duda, sus compañeros excavadores agradecían.
Su extraordinario bajo era la herramienta perfecta con la que aplastar la roca blanda de Shurima, pero, a menudo, tenía un efecto secundario y licuaba la arena hasta el punto de que muchos excavadores de tumbas quedaban sepultados vivos. Para muchas de estas almas enterradas, eso era mejor que tener que soportar otra conversación con un hombre al que ni las piedras soportaban. Después de que se le prohibiese por la fuerza excavar en Shurima y tras pasar meses en el profundo subsuelo con príncipes que murieron hace mucho, Yorick decidió que también quería ser enterrado bajo esas arenas.
Cavó profundamente en los cimientos para construir su propio mausoleo, y allí se enterró a sí mismo en una tumba sin luz con la intención de pasar eones en un magnífico aislamiento. Y así descansó bajo el desierto hasta que Karthus y Kayle abrieron su tumba. Los dos cantantes no consiguieron hacer creer a Yorick que habían pasado eones y que todos los que lo querían muerto ahora lo estaban ellos mismos.
El enterramiento de Mordekaiser bajo la montaña de Freljord inspiró a Sona, y mientras que los otros miembros del grupo se marcharon desesperados hacia lugares lejanos de Runaterra, a ella le consumía el deseo de crear elevadas óperas de rock sinfónico. Se fue de gira por los templos más grandiosos del mundo (y de otros lugares), pero no había acústicas suficientemente poderosas para satisfacer la necesidad de Sona de crear sonidos tan potentes que resonasen a nivel cósmico. Se le prohibió la entrada a los grandes templos glaciares de Freljord, así que Sona se embarcó en un viaje junto a la condenada tripulación del Festín de la Sierpe hacia una serie de islas volcánicas en inexplorados mares al este de Aguas Estancadas.
La temida tripulación salió despedida en cuanto Sona preparó sus teclados y comenzó a esculpir la isla a base de una sonoridad brutal. Tocaba las mismísimas notas de la creación y hacía que brotaran islas volcánicas de las profundidades al tiempo que estas formaban órganos tubulares titánicos por medio de su lava con los que engrandecer las interpretaciones de Sona. Sus notas eran tan poderosas que viajaban entre mundos y hundían continentes enteros (de hecho, se tuvo que cancelar un concierto en la Atlántida). Rodeada de poderosos volcanes, Sona prendió fuego al cielo con llamas del inframundo provenientes del corazón del planeta. Sin embargo, por muy increíble que parezca, ella necesitaba más. Necesitaba el lamento demoníaco de guitarras sobrenaturales y los estruendos ensordecedores de la batería y el bajo.
A pesar de ir en contra de todos y cada uno de sus instintos, Olaf no se quedó bajo la montaña junto a Mordekaiser y consiguió sortear la muerte. Ahora que Yorick se dirigía al sur, Olaf se había quedado sin su mejor compañero de bebidas. Así que, para ahogar las penas de haber sobrevivido a lo que él siempre creyó que sería su última actuación, se dispuso a beber hasta perecer con el alcohol más mortífero de Runaterra. Entonces se encontró con un tipo llamado Gragas y acabó adentrándose en Zaun, donde bebió potentes cócteles del sumidero, se jactó de sus días de gloria y retó a rufianes químicos a luchar.
Enseguida encontró formas para ejercer su oficio de machacador profesional de cosas, y poco después se vio envuelto en clubs subterráneos de pelea con gólems. Al enfrentarse a gólems propulsados por químicos, Olaf se dio cuenta de que su talento natural para aporrear la batería también le servía para aporrear gigantes mecánicos. Le obsesionaba enfrentarse a oponentes más peligrosos en cada pelea, y finalmente cayó ante el martillo de metal de Drago, una de las creaciones más letales de Viktor. Justo cuando se disponía a asestarle el golpe de gracia, un lacerante gemido hizo temblar la esfera cristalina que contenía el cerebro trasplantado del gólem. Rugiendo enfurecido al negarle esa muerte, Olaf se puso en pie, listo para volver a machacarlo. Entonces, se encontró cara a calavera con su antiguo vocalista.
Cuando la montaña cayó sobre Mordekaiser, se lo tomó como una señal de los dioses del metal que le informaban de que había completado la misión de llevar el heavy a las masas, como le había ordenado el demonio. Había alcanzado el máximo nivel de metal. Sus poderosas notas habían generado tanta destrucción en el mundo que el universo lo había aplastado con una montaña. Un final adecuado para el sumo sacerdote del metal.
Pero Mordekaiser sabía que un día renacería de entre las ruinas de la cima como el rey del metal que una vez fue y que volvería a ser. No obstante, con el paso del tiempo, la espera se convirtió en letargo. Aquellos que vivían en su oscura sombra, una cumbre perversa de metal negro y roca maldita, evitaban acercarse a la montaña que lo había aplastado. En su cima más alta, la resplandeciente empuñadura obsidiana de un hosco mástil sobresalía de la roca. Se originaron leyendas en torno a ese lugar maldito. Leyendas que contaban que quien sacase el mástil de la montaña sería quien reuniría a los heraldos de una nueva era del metal.
Cuando por fin la montaña cayó, un descarado dios del rock quedó revelado. Mordekaiser se alzó en busca del gigante que había extraído su guitarra de la roca y vio que a sus antiguos compañeros de grupo les acompañaba una fiera y salvaje valquiria proveniente del más allá. Karthus sostenía el mástil de su guitarra y las cuerdas desgarradoras temblaban por el ansia.
Cuando una montaña cayó sobre Mordekaiser, se lo tomó como una señal de los dioses del metal, diciéndole que había completado su misión ordenada por el demonio de llevar el metal a las masas, que había alcanzado el máximo nivel de metal. Él sabía que un día renacería, pero, conforme pasaba el tiempo, la espera se convirtió en letargo. La aplastante montaña era una cumbre perversa de metal negro y roca maldita. En su cima más alta, la resplandeciente empuñadura obsidiana de un hacha hosca sobresalía de la roca. Se originaron leyendas en torno a ese lugar maldito, leyendas que profetizaban que quien sacase el hacha de la montaña sería el auténtico heraldo de una nueva era del metal.
Karthus se embarcó en su carrera en solitario en Aguas Estancadas, ganándose el jornal como recitador encapuchado de cantos fúnebres. Esto tuvo un efecto beneficioso inesperado para la salud de los nativos de Aguas Estancadas, ya que la gente empezó a cuidarse para evitar tener que someter a sus familias a tal calvario. En su lugar, Karthus se hizo un nombre yendo de gira por bares de mala muerte para cantar en velorios de piratas asesinados: los cantos fúnebres suponían una mejora considerable como reemplazo de las salomas.
Con la intención de probar algo nuevo, Yorick decidió tomarse un respiro en los áridos desiertos de Shurima. La luz del sol era nueva para él, algo que solía evitar por miedo a que la gente huyese de un rostro que ni siquiera una madre podría amar. Su extraordinario bajo era la herramienta perfecta con la que aplastar la roca blanda de Shurima, pero, a menudo, tenía un efecto secundario y licuaba la arena hasta el punto de que muchos excavadores de tumbas quedaban sepultados vivos. Para muchas de estas desafortunadas almas, eso era mejor que tener que soportar otro momento en presencia de un hombre al que ni las piedras soportaban.
A Sona le consumía el deseo de crear elevadas óperas rock sinfónicas y de ir de gira por los templos más grandiosos del mundo (y de otras partes), pero no había acústicas suficientemente poderosas como para satisfacer su necesidad de crear sonidos tan potentes que resonasen en el cosmos. Sona se embarcó en un viaje junto a la condenada tripulación del Festín de la Sierpe hacia una serie de islas volcánicas y comenzó a esculpir la isla con brutalidad sónica. Allí desató la música de la creación. Sus notas eran tan poderosas que viajaban entre mundos y hundían continentes enteros (de hecho, se tuvo que cancelar un concierto en la Atlántida).
Después de sobrevivir a lo que él creía que sería su última actuación, Olaf se dispuso a beber hasta morir con el alcohol más mortífero de Runaterra. Acabó en las profundidades de Zaun, bebiendo potentes cócteles del sumidero, jactándose de sus días de gloria y retando a rufianes químicos a luchar. Olaf no tardó en verse inmerso en clubes clandestinos de peleas de gólems. Al enfrentarse a gigantes propulsados por química, Olaf se dio cuenta de que su talento natural para aporrear la batería también le servía para aporrear autómatas mecánicos.
Kayle, una diosa guerrera dorada de un mundo desolado, llegó a Runaterra a lomos de un dragón serpenteante y resplandeciente. Busca aliados con los que luchar en una guerra épica contra las hordas diabólicas de su desleal hermana. El planeta Tierra no fue capaz de producir guerreros con talento letal, así que viajó hasta Runaterra en busca de guerreros con talento metal. Se comunica mediante grandiosas óperas sinfónicas de metal, y la infinita melancolía de sus arias perfora los corazones de todo aquel que las escucha. Literalmente.
Noxus Apatrida, Iron Draven, StratoDarius
Zed Zeppelin, Metahrica
Soraka Arctica, Braums N' Roses
Rammustein, Solarion Maiden
Noctwish, Evelynnsence
ADC/DC, Cho'Gadeth, Cradle of Fizz
Blitz Guardian, Ángeles del Sumidero
Morgana Azahara
Le preguntamos a Pentakill cuánto cobrar por el disco, pero el único número que nos dieron fue el de la bestia, así que ofrecemos la posibilidad de descargar Garras del inmortal de forma gratuita desde nuestra web (también disponible en las opciones de streaming que aparecen a continuación).
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